En los santos Evangelios de Lucas 17, 1-2 leemos: "Ay de aquel por quien viene el escándalo! Más le valiera que le colocaran al cuello una rueda de molino y le precipitaran en el mar, que escandalizar a uno de estos pequeños". Estas terribles palabras pronunciadas por Jesucristo nos dan una idea de la gravedad del pecado del escándalo.
En su sentido etimológico, la palabra escándalo significa un obstáculo en el camino, el cual pone en peligro de caerse a quien tropieza con él.
En su sentido teológico, escándalo, es un acto exterior que expone al prójimo a sufrir una caída espiritual. No es preciso que se haya llevado al prójimo a obrar mal para que exista el pecado.
El pecado de escándalo estriba en una solicitación al mal: el hombre imita por naturaleza y, con su ejemplo, puede arrastrar lo mismo hacia el bien que hacia el mal.
Como ejemplos del pecado de escándalo podemos encontrar a los actos de palabras como las malas conversaciones, los malos libros, los malos consejos; las acciones u omisiones, como por ejemplo, la de los padres que descuidando sus deberes religiosos enseñan prácticamente a sus hijos a violar la ley de Dios, pudiendo de este modo matar la vida sobrenatural en el alma del prójimo. Incluso cuando esas palabras, acciones u omisiones no tienen el mal en sí mismas, pueden escandalizar a personas débiles e ignorantes, y por eso hay que evitarlas.
El escándalo es un pecado mortal en sí mismo cuando la materia es grave, puesto que ultraja a Dios al destruir su obra: el alma del hombre que ha comprado con su sangre.
Las consecuencias del escándalo son incalculables. Por ejemplo, a quien hayamos prestado un libro malo, éste lo hará leer también a otros, por lo tanto podemos con nuestros actos dañar a más de una persona. Incluso después de la muerte de quien lo ha cometido, el pecado de escándalo continuará matando almas.
Hay que alejarse del escándalo tanto como sea posible y hay que repararlo en cuanto sea posible, remediando sus efectos: se debe obrar siempre por quienes hayan sido sus víctimas, y, con buenos ejemplos, llevarlos al buen camino.